miércoles, 3 de junio de 2009

Profesiones 1




—¡Qué chingón! —exclamó el arqueólogo—: ¡es un sacrificio en masa!




14 comentarios:

Blackpaco dijo...

Me pregunto si a un necrofílico no le llamarían arqueólogo del amor; después de todo también le da sólo por jugar con cosas muertas.

Karla dijo...

Dudo mucho que a alguien le agrade llamar arqueólogo del amor al necrófilo, a menos, claro, que se trate del mismo muerto. Después de todo, ¿quién podría amarlo más a pesar de su frialdad?

quique ruiz dijo...

jajajaja, ta bien divertida tu pregunta-comentario.

No creo que un necrófilo ame al muerto: se ama a las personas, no a los cuerpos de las personas; los cuerpos se desean.
Yo creía que un arqueólogo jugaba con cosas antiguas, no muertas.

Me acabo de enterar que hay necrólogos, gente que escribe necrologías: noticias o biografías de gente recién muerta.

Karla dijo...

Julio podría ser el mes de las necrologías! Yo, desde hace mucho, escribí mi epitafio: quizá sea hora de publicarlo.

Quique, qué es el amor sino deseo sublimado... Desde Freud y hasta nuestros días las pulsiones sexuales siguen siendo el eje de cada uno de nuestros movimientos, de nuestros pensamientos, de nuestros amores y de nuestros odios. Hay deseo en la amistad, en el trabajo, en los sueños y hasta en las compras del súper.

quique ruiz dijo...

No estoy de acuerdo que el amor sea deseo sublimado. Ahora voy a explicar por qué.
Una diferencia fundamental entre el amor y el deseo es la satisfacción. El deseo busca la satisfacción y termina una vez satisfecho: no es satisfacción; en cambio, el amor es satisfacción, no termina después de que se satisface algo: los amantes tienen una sensación de no necesitar nada más, mientras se están amando (el amor no se siente en todo momento). Sin embargo, no es una satisfacción sexual, pues, de ser así, los amantes no podrían desearse una vez más, y los amantes se desean una y otra vez, aunque tal vez no indefinidamente. El amor es una satisfacción de otro tipo.
El amor es, creo, el olvido de sí mismo en favor de la ayuda al otro, del cuidado, de la complacencia del otro. Cuando hablas de tu hijo, parece que sientes amor por él, pareces satisfecha, feliz; pero es una satisfacción de otro tipo que el sexual o uno de deseo.
El amor no es la pena por la muerte de alguien: el amor no es apego: se llora por la pérdida, no porque sepamos que el otro va a sufrir en algún lugar desconocido.
El amor no es idealización: nadie creería que una persona ama a otra si aquélla cree que ésta es alguien que no es.
La única diferencia entre el amor a un hijo, a un padre o madre, y a un amante, es que a éste se le complace sexualmente, además de que se le puede complacer de otras formas.
Por otro lado, si 'sublimar', término sicológico, significa 'desviar de su fin natural la energía de un impulso, dirigiéndola hacia fines más altos en la escala de la cultura; como encauzar la curiosidad sexual hacia una producción científica o artística, por ejemplo' entonces ¿el amor es deseo redirigido hacia dónde?
Y por todas esas razones no concuerdo.

quique ruiz dijo...

Ahora, recordando tus palabras, si las pulsiones sexuales son el eje de cada uno de nuestros movimientos, nuestros pensamientos, nuestros amores, etc., entonces los deseos dirigen nuestras vidas, determinan nuestras decisiones; y en eso no estoy en desacuerdo: que posiblemente mis pulsiones, sexuales o no, determinan a quién voy a amar; pero esto no significa que el amor sea un deseo, una pulsión: porque si los deseos determinan mis decisiones, como a quién amar, y el amor es un deseo, entonces ¿por qué deseo viene movido el deseo amor? Si viene movido por el deseo sexual entonces el amor no es deseo sexual y si no es éste, entonces ¿cuál es y cómo se satisface?

Híjole, me piqué con el tema; espero no ser muy molestoso al haberme extendido tanto.

quique ruiz dijo...

(Ora sí, último comentario).
En resumen, cuando se siente deseo sexual, al estar siendo éste satisfecho, se puede sentir amor por la persona cuyo cuerpo nos está dando placer; pero esto no significa que el amor sea deseo.

Karla dijo...

Yo pienso que amamos lo que nos da placer (incluso el sufrimiento puede ser un tipo de placer). La historia de la humanidad osila entre Eros y Tánatos. El amor por los hijos implica cierto deseo sexual pero, claro, no a lo revista pornográfica. La relación madre hijo (varón) está guiada por un tipo de identificación y deseo sexuales que no se satisface como se haría con una pareja. Se resuelve de un modo distinto. Igual, de padre a hijas... y dicha identificacón sexual es sumamente necesaria para desarrollarnos como personas íntegras, capaces de amar y de disfrutar. Asimismo es entre amigos, entre escritor y lectores, entre compañeros de trabajo. (Y no estoy diciendo que dichas pulsiones o necesidades o atracciones se resuelvan con el coito.) El amor involucra deseo sexual, involucra al cuerpo (somos espíritu, sí, y cuerpo, mucho cuerpo), pero, cabe aclarar, no soy experta en el tema desde el punto de vista psicológico ni filosófico ni ontológico... el tema da para debatir muchísimo. Lo ha dado durante siglos.

Gracias, Quique. Me encanta debatir.

Karla dijo...

El asunto es que creo que mucho de lo que somos es intrínseco a nuestra naturaleza animal (que sublimamos para que no parezca tan bruta, tan cruda). Sublimar es disfrazar, creo. El amor, como satisfacción completa y eterna felicidad, me parece que es una racionalización de la necesidad de reproducirnos, de que nuestros genes sobrevivan en la prole, de sobrevivir de algún modo. El amor es vida en el sentido que nos hace sentirnos vivos, ya sea con un acostón excelente o con una buena película en comapañía de nuestros amigos... Pero podríamos resumir en que la mayor parte del tiempo estoy equivocada y que mucho de lo que leo lo entiendo al revés.

Karla dijo...

El amor es una cosa muy complicada... tratar de definirlo será cercarlo, coartarlo, mutilarlo. Uno lo vive y lo etiqueta como un intento de hallarle sentido (como un veterinario destripa al perro para entender al perro: quizá haya sólo que acariciarlo).

Amamos y nos gusta amar... sería bueno quedarnos con eso aunque, si así fuera, estoy segura, se perdería la esencia del ser humano, un ser esencialmente escudriñador, destripador e inconforme.

quique ruiz dijo...

Yo también creía que 'sublimar' significaba 'disfrazar', pero mejor lo busqué en una enciclopedia; de hecho, el término lo encontré en la Gran Sopena, y tiene más sentido que sea 'desviar de su fin natural la energía de un impulso, dirigiéndola hacia fines más altos en la escala de la cultura', pues su acepción no técnica es 'engrandecer, exaltar, ensalzar o poner en altura', que no tiene nada que ver con disfrazar.
No creo que el amor sea satisfacción completa ni eterna felicidad. Sólo creo que es una satisfacción de algún tipo no sexual y momentánea.
Cuando empezaste a hablar de una identificación sexual, ya no te entendí, no supe de qué hablabas.
No creo que el fin de un veterinario al destripar un perro sea entenderlo, sino conocer su anatomía o saber de qué murió o saber algo sobre el cuerpo del perro, pero definitivamente no, entenderlo; así como para entender a alguien, uno no lo destripa, sino lo observa y se comunica con él: el cuerpo y la mente son dos cosas distintas (si eres dualista) o el cuerpo y la mente son dos aspectos distintos de la misma cosa (si eres monista), pero definitivamente no son dos cosas que se pueden estudiar bajo las mismas reglas o principios. Destripar un perro para entenderlo no tiene mucho sentido. Es decir, concuerdo que para entenderlo es más útil acariciarlo.
No creo que definir el amor sea coartarlo o mutilarlo, sino más bien tener más claro qué es: tratar de definirlo no significa, no implica dejar de sentirlo; así que definirlo para nada lo mutila: si lo defino, no lo siento menos ni lo siento de manera extraña, sólo tengo más claro en la mente qué es... Creo que ya me voy a dormir.

Karla dijo...

Sea, Quique. Pienso que cuando se trata de literatura no es necesario confrontar lo escrito con la realidad única, eterna y universal. La literatura tiene sus propias reglas. Es un universo paralelo donde la Verdad Eterna y Universal existe sólo dentro de las lindes del texto. Creo que tu opinión es cierta y también lo es la mía y la de todos los que tengan una, científica o no. Poética o no. Filosófica, psicológica, psiquiátrica o no. Leo tu opinión con gusto y con respeto. Escucha la mía. Es todo lo que se necesita en la vida. Escucharnos unos a otros sin pelear.

Te mando un abrazo. Gracias por escribir.

quique ruiz dijo...

Te escuché; en algunas cosas estaba de acuerdo, en otras no. No estaba peleando; argüía; en ningún momento te insulté. Por otro lado, tú dijiste que te gustaba debatir, y en el debate hay quienes tienen razón y quienes no, o eso es lo que yo esperaría ver en un debate, que dos personas defiendan puntos contrarios y que uno muestre que otro se equivoca. Argumentar contra la afirmación de otro no quiere decir que uno quiera insultarlo; sólo es un juego: argumentación, contraargumentación, como lo que solían hacer los griegos en la plaza pública, en el ágora.
Si en la ciencia lo que dijeran unos y otros fuera contradictorio, no habría ciencia; así que, en algunos ámbitos, por lo menos en la ciencia, no se puede admitir como verdaderas afirmaciones contradictorias.
Por supuesto que hay ámbitos en los que no tiene sentido hablar de verdad o falsedad, pero en otros sí. Supongo que en la poesía no tiene sentido hablar de verdad o falsedad, por lo menos para mí no tendría sentido. En un ensayo pensaría que sí tendría sentido, en un cuento no, en una novela tampoco. Creo que depende del ámbito.
Discúlpame si te hice creer que peleaba o estaba enojado. (Si fue por lo de ir a dormir fue que ya era muy muy tarde y al día siguiente había que trabajar).

Karla dijo...

Pensé que te estabas enojando conmigo por terquear, jajaja! Concuerdo contigo... supongo que el fin de debatir será llegar a un acuerdo: así que concuerdo contigo en que podemos no estar de acuerdo y que las palabras sin cara suenan más rudas de lo que son en realidad.

Posdata: yo también tendría que ponerme a trabajar de vez en cuando (¡zajuá!). Sólo cuando sea inevitable