viernes, 30 de enero de 2009

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

Ven, aproxímate. Quédate cerca de mí. Mi boca te ansía. Sí, soy carnívora pero no comeré de ti más de lo que quieras. ¿Peligrosa? No, soy inocua: la raíz que me sustenta, la que me da verdor me ata a la tierra, y constriñe mi tiranía a los confines de mi maceta. Hace mucho, cuando las plantas, antes de saberse plantas, deambulaban sobre las banquetas, fui volátil. El viento me arrebataba a cada instante, pero sin alas el viento hiere. Lo mío, lo conocí desde entonces, no era la libertad de los elementos, lo mío era una jardinera en la sombra y el riego tres veces por semana. Y eché raíces y me viví concreta. Descuida, no podría perseguirte aunque quisieras. Aunque el hambre que me inspiras me consuma, me quedaré estática a desear que vuelvas. Oraré por que permanezcas.

miércoles, 28 de enero de 2009

Amor Amor

El amor, además, como la muerte, es inevitable. Empeñarse en no amar implicaría un derroche de energía inútil. Tal como lo implicaría el pretender no morir. He querido no amar, pero el amor me devuelve a su mar con violencia. Estoy amando. Y qué bueno que duela.

martes, 27 de enero de 2009

El arte del extravío

Pierdo siempre. Pierdo todo. El jueves pasado saqué de mi bolsa mi pequeña cosmetiquera. La puse en el piso del taxi en el que me dirigía a mi casa mientras secaba con una servilleta echa bolas el interior de la bolsa grande, la que se cuelga al hombro. Llevaba en ésta —aparte del maquillaje y todo lo que cargo para perderlo, si se puede— un platito con ensalada que, esa tarde, dejó escurrir sus jugos sobre libro; cartera; cepillos de cabeza y dientes, cosmetiquera. Recibos de cuentas por pagar: luz, agua... Boletos del Metro. Tras el vano intento de eliminar el exceso de humedad de aquellos enseres, los reintegré a la dimensión a la que pertenecen dentro de la bolsa, pero las herramientas con que fabrico mi máscara diaria —no tan diaria, he de confesar— se quedaron en ese taxi anónimo, de donde pasaron, seguramente, a algún ignoto bote de la basura. No obstante, como sucedió a “El loco” de Khalil Gibran, el duelo no me duró mucho: “…y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. […] Fue así que me enloquecí”. Yo ya estaba loquita así que qué más da perder, ya extraviada la razón, las pinturas para la cara, el celular, la bolsa entera, el camión, el amor. Si alguien encuentra mi cosmetiquera, por favor no la devuelva.

jueves, 22 de enero de 2009

Disculpe el lector el autoanálisis

Escribo ahora como práctica después de años dejar en blanco cuanta página electrónica y de papel estuvo a mi alcance. ¿Por qué no escribía?

Escribir es desnudarse y, a mí, mostrar la piel me cuesta un esfuerzo tremendo —redoblado si tengo lector—. De inmediato me siento juzgada. Sin ropa es imposible ocultar los defectos y, en letras, la imposibilidad se acrecienta exponencialmente. Ya se dice en el Nuevo Testamento que no es lo que entra por la boca lo que mancha al hombre sino lo que le sale por la boca —todo lo que exprese— porque de ello le reboza el corazón. Malo hablar y peor escribir, porque lo escrito es para siempre —se hace uno la ilusión, pues—. Digo cantidad de pendejadas cuando hablo, pero al plasmarlas por escrito las congelo para la posteridad. Ahora vuelvo a escribir porque ya no pienso en la posteridad. Pienso en escribir y en desnudarme sin vergüenza de mí. Porque no me queda ilusión.

miércoles, 21 de enero de 2009

Sobre mi mala educación

He aquí un poema de Pablo Neruda que me encanta porque me encuentro en él de cuerpo entero. Fue hecho a su medida, seguramente, pero también a la mía y a la de muchos más... por eso es literatura.


¿Cuál es cuál, cuál es el cómo?
¿Quién sabe cómo conducirse?

¡Qué naturales son los peces!
Nunca parecen inoportunos.
Están en el mar invitados
y se visten correctamente
sin una escama de menos,
condecorados por el agua.

Yo todos los días pongo
no sólo los pies en el plato,
sino los codos, los riñones,
la lira, el alma, la escopeta.

No sé qué hacer con las manos
y he pensado venir sin ellas,
pero ¿dónde pongo el anillo?
¡Qué pavorosa incertidumbre!

Y luego no conozco a nadie.
No recuerdo sus apellidos.

—Me parece conocer a usted.
—¿No es usted un contrabandista?
—Y usted, señora, ¿no es la amante
del alcohólico poeta
que se paseaba sin cesar,
sin rumbo fijo por las cornisas?
—Voló porque tenía alas.
—Y usted continúa terrestre.
—Me gustaría haberla entregado
como india viuda a un gran brasero,
¿no podríamos quemarla ahora?
¡Resultaría palpitante!

Otra vez en una embajada
me enamoré de una morena,
no quiso desnudarse allí,
y yo se lo increpé con dureza:
estás loca, estatua silvestre,
¿cómo puedes andar vestida?

Me desterraron duramente
de ésa y de otras reuniones,
si por error me aproximaba
cerraban ventanas y puertas.

Anduve entonces con gitanos
y con prestidigitadores,
con marineros sin buque,
con pescadores sin pescado,
pero todos tenían reglas,
inconcebibles protocolos
y mi educación lamentable
me trajo malas consecuencias.

Por eso no voy y no vengo,
no me visto ni ando desnudo,
eché al pozo los tenedores,
las cucharas y los cuchillos.
Sólo me sonrío a mí solo,
no hago preguntas indiscretas
y cuando vienen a buscarme,
con gran honor, a los banquetes,
mando mi ropa, mis zapatos,
mi camisa con mi sombrero,
pero aún así no se contentan:
iba sin corbata mi traje.

Así para salir de dudas
me decidí a una vida honrada
de la más activa pereza,
purifiqué mis intenciones,
salí a comer conmigo solo
y así me fui quedando mudo.
A veces me saque a bailar,
pero sin gran entusiasmo,
y me acuesto solo, sin ganas,
por no equivocarme de cuarto.

Adiós porque vengo llegando.
Buenos días, me voy de prisa.

Cuando quieran verme ya saben:
búsquenme donde no estoy
y si les sobra tiempo y boca
pueden hablar con mi retrato.

Por principio

¿Qué alentará la acción de escribir un blog? ¿Qué me impulsa a mí a escribir un blog? De principio debe ser un gusto exhibicionista. Una fuerza idéntica a la que guía la mano que deja en la pared del baño público un rápido y torcido "Estuve aquí". Estoy aquí. Pero mejor si no se entera nadie. Me angustia que algún curioso me descubra tras mis letras... ojalá alguien lo haga.