viernes, 17 de julio de 2009

Felicidad





Con frecuencia estoy de buen humor. Los problemas del trabajo ya no me agobian como antes. Ya ni siquiera añoro tener vida propia ni algún tiempecito para mí, como solía decir antes. ¿Qué será? He dejado de tener ese sueño en que me ahogo en un océano oscuro y pesado. Espeso como engrudo. Oscuro. Ya no necesito cerrar los ojos ni recargarme en la pared del elevador ni respirar profundamente mientras subo hasta mi oficina. Ahora mismo, por ejemplo, ni siquiera me estoy cuestionando con desdén mi nueva tranquilidad: sólo reflexiono sobre esta recién estrenada condición anímica a la que, incluso, podría llamar felicidad… Debe ser consecuencia de las inyecciones, de las pastillas, de las terapias que, como parte de un nuevo proyecto gubernamental, están haciendo de mí un burro.





jueves, 9 de julio de 2009

Infelicidad





¿Infelicidad? Sí, a veces la experimento. Pero sólo cuando reflexiono sobre mí mismo y me da por pensar que no soy una máquina. En ocasiones como ésas detengo el trabajo, respiro profundo y exhalo con fuerza un rugido que, aunque no lleve consigo ninguna palabra, parece reclamar algo… a alguien, no se a quién. Entonces me siento, tomo mi cabeza entre las manos y me creo convencido de que tengo derecho a un salario digno de mi esfuerzo, a días de descanso, a un horario más flexible. Sin embargo, todo pasa pronto. Me reincorporo y vuelvo a mis obligaciones. Supongo que es consecuencia de mi excelente programación como ser humano.