viernes, 27 de febrero de 2009

PIENSO, MI AMOR, EN TI TODAS LAS HORAS...

Los dejo a solas con Salvador Novo... nadie saldrá ileso. ¿Quién podría quejarse con mejor métrica de tan infausta carestía?


PIENSO, MI AMOR, EN TI TODAS LAS HORAS...

EnlaceSalvador Novo


Pienso, mi amor, en ti todas las horas
del insomnio tenaz en que me abraso;
quiero tus ojos, busco tu regazo
y escucho tus palabras seductoras.

Digo tu nombre en sílabas sonoras,
oigo el marcial acento de tu paso,
te abro mi pecho -y el falaz abrazo
humedece en mis ojos las auroras.

Está mi lecho lánguido y sombrío
porque me faltas tú, sol de mi antojo,
ángel por cuyo beso desvarío.

Miro la vida con mortal enojo,
y todo esto me pasa, dueño mío,
porque hace una semana que no cojo.


jueves, 26 de febrero de 2009

¿Tiene algo de raro ser de ti?

¿Tiene algo de raro ser de ti?
¿Es tomado a mal si te soy fiel?
¿Si no quiero libar sino la miel
que en tu sabia lengua descubrí?

Sin duda estás hecho para mí,
lo dicen las descargas en la piel
y eso que parece y no es hiel
sino la luz de tu mirada, sí.

Te invito a compartir la mesa,
a soñar la cama, a musitar
la rabia; a morderme, soy la presa

devota de tus flores y tu mar
de tu encanto y de tu perversa
tierna y ruda forma de mirar.

martes, 24 de febrero de 2009

No es un soneto

Pues no, esto no es un soneto. Me di cuenta ya que había acabado... chin.


Noche tras noche tu piel es la morada
Y es la noche. O rigen del aliento
Que sacó del tosco barro movimiento
E hizo vida que sin ti no es nada.

Día a día tu boca es entrada
Al recinto ajeno al sufrimiento;
El hogar feliz, hecho por aquel viento
Que supo bien mi nombre: Enamorada.

Abro de par en par tus tiernos ojos;
Me asomo desde ti; se ve la calle,
Pero sólo se divisan los despojos

Y el llanto gris que desciende al valle,
De la ciudad de techos y pisos rojos
Cuya salvación única es tu talle.

jueves, 19 de febrero de 2009

Gato corazón

Seguro que ni a Quevedo le salió el primer soneto a la primera...


Gato corazón

Tendría que dejar el corazón
olvidado en la banca del parque,
que los perros vagabundos, con hambre,
despedacen toda la aflicción

de su vida carente de emoción;
caja vacía, sin amor y sin sangre;
cachivache inútil, no obstante
la terquedad de la palpitación.

Pondré en su lugar un gordo gato
que goce de las cosas sin sentido,
y que no tema nunca dar el salto

ni, por las mañanas, seguir dormido.
Si lo lastiman maullará un rato
Y cazará de nuevo tu vestido.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Reflexiones con la barriga llena

Recién se descubrió una bacteria que come plástico.

Vislumbro las consecuencias que ello acarreará a mi celular:

La bacteria carcomerá el polímero exoesqueleto hasta dejarlo en los puros alambres, fragilísimas conexiones que de nada ayudan sin un celular a la mano con el cual no llamar a quien deseo no llamar.

Extrañaré mi celular porque me sirve, a veces, para ponerme en contacto, que no en comunicación, con las personas a quienes a diario quiero.

Se proyectaba, en un futuro sin bacteria, que podríamos mirarnos fijamente a los celulares con ojos a medio morir y susurrarnos cariños a las bocinas, sin añoranza alguna de los labios que en otro tiempo se dieron en llamar amados.

La bacteria, lo imagino, nos curará, además, de los trajes de vinil que tan sanos nos mantienen a unas de unos y a otros de los demás.

Terapia contra el hule la bacteria
—quién sabe si salgamos de ésta—
y quien sabe si al final del exterminio podamos volver a decir palabra.


martes, 10 de febrero de 2009

OBRA MAESTRA


Si ustedes piensan que tienen conflictos con la paternidad lean por favor el siguiente poema de Ramón López Velarde. Si no los tienen, léanlo igual. Recomiéndoles ampliamente un ensayito bloguero de Édgar Amador sobre "Obra maestra" y Borges.



OBRA MAESTRA
Enlace

Ramón López Velarde

El tigre medirá un metro. Su jaula tendrá algo más de un metro cuadrado. La fiera no se da punto de reposo. Judío errante sobre sí mismo, describe el signo del infinito con tan maquinal fatalidad que su cola, a fuerza de golpear contra los barrotes, sangra de un solo sitio.

El soltero es el tigre que escribe ochos en el piso de la soledad. No retrocede ni avanza.
Para avanzar, necesita ser padre. Y la paternidad asusta porque sus responsabilidades son eternas.

Con un hijo, yo perdería la paz para siempre. No es que yo quiera dirimir esta cuestión con orgullos o necias pretensiones. ¿Quién enmendará la plana de la fecundidad? Al tomar el lápiz me ha hecho temblar el riesgo del sacrilegio, por más que mis conclusiones se derivan, precisamente, de lo que en mí pueda haber de clemencia, de justicia, de vocación al ideal y hasta de cobardía.

Espero que mi humildad no sea ficticia, como no lo es mi miedo al dar a la vida un solo
calificativo: el de formidable.

En acatamiento a la bondad que lucha con el mal, quisiera ponerme de rodillas para seguir trazando estos renglones temerarios. Dentro de mi temperamento, echar a rodar nuevos corazones sólo se concibe por una fe continua y sin sombras o por un amor extremo.

Somos reyes, porque con las tijeras previas de la noble sinceridad podemos salvar de la pesadilla terrestre a los millones de hombres que cuelgan de un beso. La ley de la vida diaria parece ley de mendicidad y de asfixia; pero el albedrío de negar la vida es casi divino.

Quizá mientras me recreo con tamaña potestad, reflexiona en sí la mujer destinada a darme el hijo que valga más que yo. A las señoritas les es concedido de lo Alto repetir, sin irreverencia, las palabras de la Señora Única: «He aquí la esclava…» Y mi voluntad, en definitiva, capitula a un golpe de pestaña.

Pero mi hijo negativo lleva tiempo de existir. Existe en la gloria trascendental de que ni sus hombros ni su frente se agobien con las pesas del horror, de la santidad, de la belleza y del asco. Aunque es inferior a los vertebrados, en cuanto que carece de la dignidad del sufrimiento, vive dentro del mío como el ángel absoluto, prójimo de la especie humana. Hecho de rectitud, de angustia, de intransigencia, de furor de gozar y de abnegación, el hijo que no he tenido es mi verdadera obra maestra.