I
Ayer cayó el Diluvio Universal
sobre Insurgentes
pero duró poquito.
II
Sólo un instante bastó
para que nosotros
los animales,
como personas,
corriésemos desesperados,
desterrados,
desolados y sin sol,
rumbo al arca;
al metro, aunque sea,
que a aquella hora de la tarde
se negaba a rescatar más bichos inmundos,
que huelen a león, a chivo,
a gente, pues, con prisa y con agua,
exigiendo, como si lo merecieran,
auxilio en la borrasca.
III
La lluvia nos trastorna todo.
nos moja.
Disuelve la seguridad en el traje bueno y bien planchado,
en los caros tacones altos,
en el pinche título de maestría que no sirve de paraguas.
IV
El transborde en Balderas
es el día del Juicio.
Que algún rinoceronte atacara ahí
era cuestión de tiempo.
Que se sacara del cuerno una pistola
y arremetiera contra cualquiera.
Nadie comprende,
la angustia de un animal que se extingue
entre la muchedumbre
rastrera de la ciudad.
V
Los graznidos de los pasajeros
se perdieron entre las explosiones de furia
de la pólvora precisa
que fue a hundirse, porque así debía ser,
en el único extinto y desalado héroe
que hubo nunca a bordo.
VI
La lluvia nos decompone el ánimo,
pero sólo por un instante.
Pronto todo vuelve a la normalidad
y a nadie le interesa si hay o no un arco iris.
4 comentarios:
He vuelto! Aunque, que conste, nunca dije que era buena poeta.
Creo que uno no es poeta porque se diga a sí mismo poeta, sino por lo que haga, y si alguien hace poesía, con regularidad, será poeta, lo quiera o no.
Me gustó tu comparación diluviana de la lluvia y del comportamiento de la gente, con un fatalismo o dramatismo citadino, o insatifacción y autodesdén urbanos.
A mi me gutó hermana, me gustó sobr todo el final, lo cerraste así chido, como le hacen los poetas.
Rifado hermana, que bueno volverte a leer.
Besos
Yoyo
Órale!
Ponchito, Quique: pues gracias por las inmerecidas flores! Son un amor.
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