I
Ayer cayó el Diluvio Universal
sobre Insurgentes
pero duró poquito.
II
Sólo un instante bastó
para que nosotros
los animales,
como personas,
corriésemos desesperados,
desterrados,
desolados y sin sol,
rumbo al arca;
al metro, aunque sea,
que a aquella hora de la tarde
se negaba a rescatar más bichos inmundos,
que huelen a león, a chivo,
a gente, pues, con prisa y con agua,
exigiendo, como si lo merecieran,
auxilio en la borrasca.
III
La lluvia nos trastorna todo.
nos moja.
Disuelve la seguridad en el traje bueno y bien planchado,
en los caros tacones altos,
en el pinche título de maestría que no sirve de paraguas.
IV
El transborde en Balderas
es el día del Juicio.
Que algún rinoceronte atacara ahí
era cuestión de tiempo.
Que se sacara del cuerno una pistola
y arremetiera contra cualquiera.
Nadie comprende,
la angustia de un animal que se extingue
entre la muchedumbre
rastrera de la ciudad.
V
Los graznidos de los pasajeros
se perdieron entre las explosiones de furia
de la pólvora precisa
que fue a hundirse, porque así debía ser,
en el único extinto y desalado héroe
que hubo nunca a bordo.
VI
La lluvia nos decompone el ánimo,
pero sólo por un instante.
Pronto todo vuelve a la normalidad
y a nadie le interesa si hay o no un arco iris.