La lengua de gato es chocolate y es planta, ¿quién podría imaginarlo?
La lengua es palabra; la lengua materna alimenta y enseña a decir Aquí estoy. La lengua se estudia y con ella se habla de la lengua. Con ella se dice, se lame, se sabe. La delicia estupenda de la lengua del ser amado sería inaccesible sin el uso de una lengua, que ni siquiera tiene por qué ser extensa ni, mucho menos, correcta.
La lengua mantiene al zapato en pie.
Por facilidad, los borrachos hablan con lengua de trapo, y las secretarias, obligadas por la añeja tradición de su gremio, suelen tenerla bífida, y, sólo porque el deber se lo impone, se van de la lengua cada tanto, la aflojan cuanto sea necesario si la divulgación del caso en cuestión amerita horas extra. Las lenguas de fuego queman más que las de las secretarias, Dios ampare.
Quien se muerde la lengua dejará de participar del chisme y, en castigo kármico, ésta se le trabará cuando intente usarla. Advertidos: el pudor nunca ha sido de utilidad para el correcto empleo de ese músculo que habita la cavidad bucal cuando es necesario explorar alguna otra.
Siempre que no sé dónde quedó una palabra la busco en la punta de la lengua, de donde se niega a desprenderse sino hasta que ha pasado ya de moda para siempre.
No me da pena enseñar la lengua, que es ésta, y el lenguado, un pescado.